
Independiente puso la bronca y el fútbol, pero no le alcanzó para superar a un River que sigue en deuda
El manejo de la bronca y la frustración ocupa el programa de varias materias en la carrera de Psicología y larguísimas sesiones y horas de terapia. El fútbol, con su calendario enloquecido y ve...
El manejo de la bronca y la frustración ocupa el programa de varias materias en la carrera de Psicología y larguísimas sesiones y horas de terapia. El fútbol, con su calendario enloquecido y vertiginoso, obliga a los jugadores a solucionar la cuestión en apenas un puñado de días.
Independiente salió a la cancha para enfrentarse con River por la Copa de la Liga Profesional cargando con lo ocurrido 96 horas antes frente a Barracas Central y con el reto de canalizar la agresividad acumulada del mejor modo posible. Hay que concluir que logró el objetivo. Le puso fútbol –el que tiene, el que puede– para incomodar a un rival poderoso, negarle el dominio de la pelota y el campo, y reducirlo a defender en la cercanía de su área durante muchos pasajes del partido.
El ímpetu del local marcó el ritmo de la primera mitad. Defensa con tres centrales bien adelantada, presión y anticipo en cada rincón del césped, carácter para ganar las divididas y el arco de enfrente como punto de destino le hicieron sentir a River que no le quedaría más remedio que interpretar el papel de convidado de piedra de una situación ajena.
Durante 40 de los 45 minutos iniciales, Independiente fue mucho más que el equipo de Martín Demichelis. Mauricio Isla y Lucas González desbordaban una y otra vez por derecha, Iván Marcone tenía un imán en el medio y el Rojo fue llenando el área de centros por arriba y por abajo. Su problema estuvo en la precisión. La mayoría cayó en la cabeza o los pies de Paulo Díaz, desvaneciendo los intentos. La excepción estuvo a los 37, cuando Isla la puso justa para que Gabriel Ávalos rompiese por fin su larga sequía goleadora.
Por entonces, el Millonario contaba con una ventaja por la que había hecho muy poco. Sin juego ni recuperación en el centro del campo, la acción individual de Miguel Borja que acabó en el 1 a 0 fue tan fruto de su atrevimiento para el zurdazo como suerte por el rebote en Felipe Aguilar que descolocó a Rodrigo Rey. Incluso, la otra aparición de River en ataque en esa etapa –mano a mano que el arquero le tapó al colombiano– fue una jugada fuera del contexto general del partido.
Un clima encendidoLa buena actuación del local apaciguó los ánimos en las tribunas. El Rojo había llegado al encuentro atravesado por un cúmulo de controversias. Desde el momento en que Carlos Tevez encendió el ventilador la noche del martes, el club se vio sucedido por temblores externos provenientes de la propia AFA y el estamento arbitral, con todo lo que significa de hipotéticas represalias; e internos, si se tiene en cuenta la distancia que separó los tapones de punta del técnico de la corrección política con la que el presidente Néstor Grindetti intentó calmar las aguas.
Los hinchas ocuparon el Bochini sabiéndose jurados en el debate abierto sobre qué papel adoptar para defender de la mejor manera lo que consideran intereses del club. Una discusión que tuvo ganador claro: hubo ovación a Tevez cuando su imagen apareció en el panel lumínico, seguida del conocido hit “el día que se vayan todos los … de la Comisión”. Pero a la vez, queriendo ser factores de presión sobre Nazareno Arasa, sus colaboradores en la cancha y Lucas Novelli, encargado del VAR en Ezeiza (los cantos con amenazas a los encargados de impartir justicia y los insultos a Claudio Tapia arrancaron mucho antes del partido).
Esta actitud se reforzó en la segunda parte, cuando el encuentro pasó a ser más parejo, y al mismo tiempo más luchado que jugado. Bajó su ritmo el local y River por fin pudo insinuar algunas de sus muchas virtudes en el control de la pelota. El ingreso de Pablo Solari le dio un plus de velocidad y por un rato se asemejó al equipo que Demichelis no termina de reconstruir. Hasta que Tevez metió músculo con David Martínez y Gabriel Neves; y explosión con Axel Luna, a quien Armani le tapó el disparo más peligroso de los 45 finales.
Compacto de Independiente 1 vs. River 1Pero el Rojo ya no tenía el empuje del inicio, y el público, a medida que notaba que el fútbol no le alcanzaba a los suyos para torcer el destino, recuperó las quejas hacia Arasa. Se le pidió penal en un anticipo exacto de Leandro González Pírez cuando el 9 se aprestaba a definir; y costó entender la sanción ante un gol anulado a Ayrton Costa por off-side previo. Pareció acertar en ambas decisiones.
La terapia acelerada le sirvió a Independiente para soltar sus frustraciones de la mejor manera posible, pasar página de una semana muy alterada y mantenerse arriba en la tabla. River sigue inmerso en su laberinto, sin continuidad en el juego, sin la brillantez que se les exige a sus figuras. Dependiendo en demasía para sobrevivir de que Borja continúe su racha, aunque sea de rebote.
 
  
  
                     
                     
                    